En el ámbito de la seguridad laboral, la protección de las personas que están expuestas es fundamental. Los equipos de protección individual (EPI) son un elemento crucial para garantizar la seguridad de las personas frente a los riesgos presentes en su entorno de trabajo.

Sin embargo, incluso hoy en día, muchos EPI se diseñan pensando en la fisionomía masculina, lo que genera un problema para las mujeres trabajadoras, que representan un porcentaje significativo de la fuerza laboral en muchos sectores. Los problemas de incomodidad y falta de ajuste, los cuales se traducen en una menor protección, se acentúa en sectores muy masculinizados. 

En esta entrada del blog queremos hacer un repaso de la información que hay disponible en la  limitada bibliografía que aborda la problemática de la necesidad de adaptar los EPI a las características de la población femenina que debe hacer uso de EPI en su día a día para protegerse de los riesgos a los que se exponen en su lugar de trabajo.

La importancia de la adaptación del EPI a la mujer

No es una cuestión de moda. Utilizamos los EPI día a día para protegernos de los riesgos que no han podido ser eliminados o controlados por otras vías, y tenemos normativa que obliga a que la utilización de EPI se adapte a la persona que lo llevará puesto todo el día.

La falta de adaptación del EPI a las mujeres puede comprometer su seguridad y bienestar

Sin embargo, cuando le preguntamos a las mujeres acerca de su grado de confort y la confianza en la seguridad que les proporcionan los EPI que les entregan los empleadores, es muy frecuente encontrar experiencias negativas. Podemos llegar a estos testimonios en casi cualquier conversación con una mujer que tenga que llevar EPI, pero nos ha costado mucho trabajo encontrar esos testimonios en negro sobre blanco. En esta entrada, queremos recoger algunos de los más representativos que hemos encontrado y dar voz a las mujeres que tienen que utilizar EPI en su lugar de trabajo.

Ana Kraft, consiguió su trabajo soñado en el departamento de ingeniería de una consultora. Comenta que a menudo “era la única mujer en la sala con entre 10 y 20 ingenieros” y que debía vestirse “profesionalmente para esas reuniones”. Sin embargo, al finalizar las reuniones de oficina y había que salir a la planta para controlar in situ el proyecto que acababan, al calzarse sus botas de seguridad y caminar por la planta de ensamblaje,  sentía que sus “botas de seguridad parecían más un peligro para la seguridad que una protección real porque eran muy toscas. Nunca pude conseguir el ajuste correcto”(6).

Me he quemado cientos de veces por tener mangas y perneras de pantalones que no son lo suficientemente largas para brindar cobertura cuando estoy en posiciones incómodas (soy soldadora). Literalmente me he convertido en un experta en quemarse y seguir sujetando el aparato de soldadura por arco porque sucede muy a menudo

Cuando revisamos los artículos que hemos encontrado, hay multitud de comentarios de lectores masculinos que responden a estos testimonios con expresiones como “esto no es una pasarela de modelos, es el trabajo real”. Pero, en uno de los estudios más sistematizados y completos que hemos encontrado, “Canadian Women’s Experiences with Personal Protective Equipment in the Workplace,” se recogen testimonios y datos en los que se pone de manifiesto que esto no va de moda. En el estudio, se constata que la mitad de las mujeres que utilizan EPI encuentran alguna incomodidad, o peligro, por no conseguir un ajuste a su anatomía. En este estudio, se realizó una encuesta sobre alrededor de 3.000 mujeres en diversos puestos de trabajo en la que se detectaron algunos de los problemas más frecuentes que se encuentran las mujeres en relación con los EPI que utilizan:

  • no se ajusta correctamente (50%);
  • es incómodo de llevar (43%); 
  • la selección de EPI específicos para mujeres es inadecuada (35%)

El estudio también recoge testimonios de trabajadoras anónimas que ponen de manifiesto la realidad en el día a día del uso de EPI para muchas mujeres:

  • No uso mi EPI porque afecta mi capacidad para trabajar de manera segura y eficiente. Lo usaría si me quedara tan bien como a mis homólogos masculinos. —Columbia Británica, Construcción
  • Me he quemado cientos de veces por tener mangas y perneras de pantalones que no son lo suficientemente largas para brindar cobertura cuando estoy en posiciones incómodas (soy soldadora). Literalmente me he convertido en un experta en quemarse y seguir sujetando el aparato de soldadura por arco porque sucede muy a menudo. Mis senos están cubiertos de pequeñas cicatrices. —Ontario, Construcción 
  • Debido a que mis manos son pequeñas, mi guante se quedó atascado entre un contenedor y un apilador y casi hizo que el conductor del camión se fuera con mi mano atrapada en el guante. —Columbia Británica, Transporte

Por lo tanto, ¡NO, no es una cuestión de moda!¡Estamos hablando de la seguridad de miles y miles de mujeres!

Shrink It and Pink It

En la bibliografía consultada, se constata que, muchas de las adaptaciones que se hacen para el sector femenino se limitan a tomar el patrón masculino de un EPI, hacerlo más pequeño y pintarlo de rosa (Shrink It and Pink It) Cuando Ana Kraft comentaba con sus compañeras femeninas su disconfort con las botas de seguridad, descubrió el concepto “shrink it and pink it” en el diseño de los EPI: en el que “los fabricantes tradicionales toman un producto para hombres, en este caso botas de seguridad, lo hacen más pequeño y lo hacen rosa o morado”, comenta. «Y eso no es lo que quieren las mujeres profesionales».

“Los pies de las mujeres tienden a ser más anchos alrededor de la punta del pie y tienden a ser un poco más estrechos en el área del talón. Tenemos arcos más altos, un hueso del tobillo más bajo y un empeine más alto. Así que unas botas de hombre más pequeñas no son la solución”. El fenómeno de “shrink it and pink it” no sólo puede ser insultante para las mujeres, sino que en un contexto industrial puede ser peligroso (6)

Las mujeres no son hombres en miniatura

A principios de la década de 2000, los Laboratorios de Investigación de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos lideraron el proyecto CAESAR (1), el primero en recopilar datos tridimensionales de la morfología humana, además de las medidas tradicionales unidimensionales. El objetivo del estudio era caracterizar la forma y el tamaño del cuerpo de la población adulta en cuatro países de la OTAN: Canadá, Italia, Países Bajos y Estados Unidos.

El equipo de investigación descubrió un bajo nivel de solapamiento entre las proporciones anatómicas masculinas y femeninas. Esto tiene una gran importancia, ya que los monos y otros tipos similares de ropa de protección, incluidas las prendas de la parte inferior del cuerpo, que se diseñan en base a las proporciones masculinas, no se pueden reducir linealmente para adaptarse a las mujeres. Si la ropa de protección diseñada para hombres simplemente se reduce para ajustarse a la estatura de una mujer (es decir, su altura natural en posición vertical), es probable que le quede demasiado ajustada en las caderas, incluso si el ancho de los hombros o el contorno superior del pecho se ajustan adecuadamente. En otras palabras, «las mujeres no son hombres a escala reducida».

En todos estos estudios, los investigadores destacaron los problemas que estas diferencias antropométricas crean para la seguridad de las mujeres en el lugar de trabajo y concluyeron que es necesario realizar cambios de diseño específicos para las mujeres con el fin de mejorar el ajuste y la usabilidad del EPI.

Uso de datos antropométricos en el diseño de equipos de protección individual (EPI)

Como hemos visto, las mujeres no son hombres en miniatura, sino que existen diferencias anatómicas objetivas. Si no tuviese incidencia en la seguridad, casi parecería un chiste que tuviésemos que recurrir a estudios científicos para demostrarlo. Hemos recogido una selección de estudios que ponen de manifiesto que, la utilización sistemática de datos antropométricos en el diseño de los EPI, puede tener una incidencia positiva en la capacidad de adaptación de un EPI a las necesidades de las mujeres que tienen que utilizarlos para protegerse.

Equipos de protección respiratoria

Un estudio de 2010, especialmente relevante para este informe, encontró diferencias estadísticamente significativas en las dimensiones faciales antropométricas según el género, la raza/etnia y la edad (7). Este estudio también reveló que el género afecta al tamaño y la forma de la cara más que la raza/etnia. En concreto, los investigadores observaron que las mujeres presentaban medidas inferiores a las de los hombres en las 21 dimensiones antropométricas recogidas, y que, en general, tenían caras más pequeñas, cortas y estrechas. Solo tres dimensiones (anchura de la raíz nasal, peso e índice de masa corporal) no mostraron diferencias significativas entre ambos sexos.

Los autores concluyeron que el género es una variable fundamental para determinar las tallas de las máscaras respiratorias y que el diseño de estos equipos (sellos faciales, superficie interna y volumen del respirador) se beneficiaría de estudios antropométricos específicos para el ámbito laboral.

Arneses anticaídas

Las investigaciones realizadas por el NIOSH a principios de la década de 2000 revelaron que los sistemas de tallaje y diseño de arneses comerciales se basaban en datos antropométricos extrapolados de estudios realizados en las décadas de 1970 y 1980 con varones en edad de servicio militar (3).

En un estudio de 2007 que evaluaba los sistemas de tallaje de arneses y los criterios antropométricos para su diseño, los investigadores del NIOSH descubrieron que, según las dimensiones corporales y el sistema de tallaje de arneses vigente en ese momento, aproximadamente una cuarta parte de los hombres y casi un tercio de las mujeres no podrían encontrar un arnés que les ajustara correctamente (3) Basándose en sus hallazgos, los investigadores sugirieron un sistema alternativo de dos tallas para mujeres y tres para hombres, en lugar de los cuatro sistemas unisex disponibles en el momento del estudio (3).

Un estudio de 2012 con hombres y mujeres con experiencia en construcción analizó cómo el ajuste del arnés afectaba al tiempo de tolerancia en suspensión y descubrió que ciertas características corporales se asociaban a una menor tolerancia [138]. En general, el ajuste estático del arnés fue peor para las mujeres que para los hombres, ya que las primeras presentaron un índice de fallo más elevado (35% frente al 15% de los hombres), lo que coincide con los resultados de investigaciones anteriores (2).

Adaptación a la morfología de la mujer. Una cuestión de seguridad

En ASEPAL siempre hemos sido firmes defensores de la necesidad de que el proceso de selección de un EPI tenga en cuenta que es absolutamente imprescindible que el equipo se ajuste a las características particulares de la persona que lo va a llevar.

Aunque sólo ha sido una muestra de todos los casos que podíamos sacar a colación, hemos visto ejemplos suficientes de evidencias que demuestran que la adaptación a las necesidades y características anatómicas particulares de las mujeres, tienen una incidencia en la seguridad de las trabajadoras que deben usar EPI.

Es necesario que las empresas implementen programas sistemáticos para la adquisición y gestión de EPI que consideren las necesidades específicas de las mujeres

También disponemos de normativa que apoya esta necesidad, y la convierte en obligación. Así,  el Real Decreto 773/1997, especifica en su artículo 5 que los EPI deberán “tener en cuenta las condiciones anatómicas y fisiológicas y el estado de salud del trabajador” y “adecuarse al portador, tras los ajustes necesarios”.

Las diferencias anatómicas entre hombres y mujeres son un factor importante a tener en cuenta en la selección de EPI. Un EPI que no se ajusta correctamente a la fisionomía femenina puede:

  • Reducir su eficacia: Un EPI mal ajustado puede dejar zonas del cuerpo expuestas a riesgos, como por ejemplo, las mascarillas que no se ajustan correctamente al rostro.
  • Provocar incomodidad: Un EPI incómodo puede disuadir a la trabajadora de utilizarlo, con el consiguiente riesgo para su seguridad.
  • Afectar a la salud: Un EPI mal ajustado puede provocar lesiones o problemas de salud a largo plazo, como por ejemplo, los arneses anticaídas que no se adaptan al busto femenino.

Avances en la adaptación del EPI a la mujer

Afortunadamente, cada vez son más las empresas que se están concienciando sobre la importancia de adaptar el EPI a la fisionomía femenina. Algunas de las iniciativas que se están llevando a cabo son:

  • Diseño de modelos específicos para mujeres: Algunos fabricantes están desarrollando EPI específicos para mujeres, teniendo en cuenta sus características anatómicas y necesidades específicas.
  • Oferta de servicios de medición y ajuste: Algunas empresas ofrecen servicios de medición y ajuste de EPI para garantizar que se adapten correctamente a cada trabajadora.
  • Realización de pruebas de ajuste: Para equipos de protección respiratoria, es fundamental realizar pruebas de ajuste para garantizar que se ajustan correctamente al rostro y ofrecen la protección adecuada.

Conclusión

La adaptación del EPI a la fisionomía femenina es un factor crucial para garantizar la seguridad y el bienestar de las mujeres trabajadoras. Afortunadamente en ASEPAL contamos con un número creciente de empresas que ya están ofreciendo soluciones que permiten satisfacer las necesidades en materia de protección individual para las trabajadoras. 

Adicionalmente, animamos a todas las empresas que deben seleccionar EPI para sus trabajadoras y trabajadores que tengan en cuenta las necesidades específicas que hemos intentado poner de manifiesto en esta entrada y adopten medidas para que las mujeres tengan acceso a EPI que se ajusten correctamente a su cuerpo.

Referencias para consulta

  1. Blackwell, Sherri, Kathleen M. Robinette, Mark Boehmer, Scott Fleming, Sara Kelly, Tina Brill, David Hoeferlin, Dennis Burnsides, and Hein Daanen. 2002. “Civilian American and European Surface Anthropometry Resource (CAESAR), Final Report, Vol. II: Descriptions. AFRL-HE-WP-TR-2002-017.” U.S. Air Force Research Laboratory, (June). https://apps.dtic.mil/sti/pdfs/ADA408374.pdf.
  2. Hsiao, Hongwei, Nina Turner, Richard Whisler, and Joyce Zwiener. 2012. “Impact of Harness Fit on Suspension Tolerance.” Human Factors: The Journal of the Human Factors and Ergonomics Society 54, no. 3 (febrero): 346-357. https://journals.sagepub.com/doi/10.1177/0018720811434962.
  3. Hsiao, Hongwei, Jennifer Whitestone, and Tsui-Ying Kau. 2003. “Evaluation of Fall Arrest Harness Sizing Schemes.” Human Factors: The Journal of the Human Factors and Ergonomics Society 49, no. 3 (Junio): 447-464. https://doi.org/10.1518/001872007X2000.
  4. Hsiao, Hongwei, Jennifer Whitestone, Stacie Taylor, Mary Godby, and Jinhua Guan. n.d. “Harness Sizing and Strap Length Configurations.” Human Factors: The Journal of the Human Factors and Ergonomics Society 51 (4): 497-518. https://doi.org/10.1177/0018720809346320.
  5. Keefe, Anya. 2022. “Canadian Women’s Experiences with PPE in the Workplace.” CSA Group. https://www.csagroup.org/wp-content/uploads/CSA-Group-Research-Canadian-Womens-Experiences-with-Personal-Protective-Equipment-in-the-Workplace.pdf.
  6. Smith, Anna. 2024. “Lack of Women’s PPE Causes Safety Issues. Is Anything Being Done?” IndustryWeek. https://www.industryweek.com/operations/safety/article/21281298/lack-of-womens-ppe-causes-safety-issues-is-anything-being-done?utm_medium=email&utm_source=rasa_io&utm_campaign=newsletter.
  7. Zhuang, Ziqing, Douglas Landsittel, Stacey Benson, Raymond Roberge, and Ronald Shaffer. 2010. “Facial Anthropometric Differences among Gender, Ethnicity, and Age Groups.” The Annals of Occupational Hygiene 54, no. 4 (June): 391–402. https://doi.org/10.1093/annhyg/meq007.

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