Cuando una persona accede por primera vez a un lugar en el que el nivel de ruido es excesivo, y lo hace saber a las personas que se encuentran en dicho lugar, la respuesta que suele ser más habitual es que, pasado un tiempo, “te acabas acostumbrando”.
En el Día Internacional de la Audición, queremos poner de manifiesto que nadie se acostumbra a niveles de ruidos excesivos, lo que sucede en realidad cuando una persona se acaba “acostumbrando” al ruido, es que ha perdido audición.
Según datos de la Encuesta europea de empresas sobre riesgos nuevos y emergentes publicada por el INSST, el ruido es un factor de riesgo evaluado en el 28,8% de las empresas españolas. El efecto más evidente de la exposición al ruido es la hipoacusia, la pérdida de audición debida a la destrucción de las células ciliadas del oído interno.
Sin embargo, en este artículo queremos poner de manifiesto que la exposición al ruido afecta a nuestra salud a muchos más niveles de los que puede parecer a priori, y cómo el correcto uso de la protección auditiva puede ayudarnos a prevenir una enfermedad profesional casi totalmente evitable, si se dispone de los medios adecuados.
¡Habla más alto, que no te oigo!
Según la Encuesta Nacional de Condiciones de Trabajo, el 28% de los trabajadores señalan que están expuestos, como mínimo durante una cuarta parte de su trabajo a un nivel de “ruido fuerte que obliga a levantar la voz para hablar con la gente”, éste porcentaje es mayor en sectores como la agricultura (31%), industria (45%), o construcción (¡63%!).
La hipoacusia provocada por la exposición a niveles de ruido excesivos, es la enfermedad profesional más frecuente en Europa y representa aproximadamente una tercera parte de las enfermedades de origen laboral, por delante de los problemas de la piel y el sistema respiratorio.
La exposición prolongada a niveles de ruido de más de 85 dB(A) es potencialmente peligrosa. Sin embargo, el nivel del ruido no es el único factor a tener en cuenta, ya que el tiempo de exposición también determinará el alcance del daño. Adicionalmente, se deberán tener en consideración exposiciones conjuntas a determinados tipos de sustancias químicas y a ruido.
La incidencia de la pérdida auditiva en el medio laboral no es algo baladí, ya que según el estudio descriptivo de enfermedades profesionales editado por el INSHT la incidencia de esta enfermedad es la segunda mayor después del síndrome del túnel carpiano, con un 29,74% en el periodo estudiado (2007-2012).
La hipoacusia es un proceso irreversible provocado por lesiones de las células ciliadas de la cóclea, que forma parte del oído interno. En este proceso, las primeras frecuencias audibles que se ven afectadas son las próximas a los 4000 Hz (ruidos agudos), extendiéndose posteriormente al resto de frecuencias.
Somos conscientes de la lesión cuando se ven afectadas las frecuencias conversacionales. El problema principal de la hipoacusia, aparte del hecho de la propia pérdida de audición en sí, es que es un proceso gradual, progresivo e indoloro.
Sin embargo, la pérdida de audición no es el único efecto que la exposición al ruido excesivo tiene sobre la salud de las personas. La exposición al ruido también puede causar acúfenos (sensación de timbre, zumbido o explosión en los oídos) que llegan a ser más tormentosos que la pérdida de audición. Cuando este fenómeno es permanente, puede conducir a alteraciones del sueño.
Por otro lado, el ruido es interpretado por el organismo como una señal de alarma. De forma natural, ante una señal de alarma, el cuerpo se prepara para afrontar una potencial amenaza. El organismo libera en la sangre las denominadas hormonas del estrés que ponen el cuerpo a punto para la acción inmediata, la frecuencia cardiaca y respiratoria se aceleran, aumenta el tono muscular, aumenta la cantidad de glucosa en sangre, etc. Estas reacciones naturales, si se dan de forma continua pueden dar lugar a efectos fisiológicos y psicológicos en nuestro organismo.
La formación e información a los trabajadores debería empezar por concienciar que la habituación al ruido es imposible, ya que el oído no dispone de mecanismos para defenderse del mismo, sino que este supuesto acondicionamiento es en realidad una sordera incipiente.
Además, debe existir una conciencia de que los efectos sobre el organismo del ruido van mucho más allá de la mera pérdida de audición, y que la exposición al ruido puede verse potenciada por la exposición a sustancias ototóxicas.
También deberían establecerse programas de protección auditiva en las empresas destinados a evaluar y establecer una sistemática de selección de equipos de protección auditiva en los casos en los que fuese necesario.
Un EPI para cada situación
El Real Decreto 286/2006 define los 85 dB (A) como el nivel de presión sonora a partir del cual es obligatorio el uso de protectores auditivos por parte de los trabajadores expuestos al ruido.
Sin embargo, la simple puesta a disposición de los mismos no es suficiente. Es absolutamente fundamental una adecuada selección del protector auditivo, y este proceso va más allá del simple cálculo de la atenuación acústica requerida por el protector auditivo.
La selección del EPI que se necesita en cada situación es casi un arte. La experiencia nos dice que, para cada necesidad de protección, existen únicamente una o dos soluciones válidas. Por ello, el establecimiento de programas de protección auditiva en las empresas, que sistematicen la selección y adquisición de EPI resulta absolutamente fundamental para asegurar la protección auditiva.
Todo EPI, cuando no se utiliza, o no se utiliza adecuadamente, carece de todo valor. Por ello, debemos ser conscientes de que el trabajador deberá ser capaz de llevar puesto el EPI durante toda su jornada laboral, sin que le suponga una molestia excesiva, ni que interfiera en el normal desarrollo de sus tareas.
En la selección del protector auditivo adecuado, deberemos tener en cuenta las características del trabajo a realizar, su ambiente y las características del trabajador para encontrar la solución de protección necesaria para cada situación. Algunos de los factores que deberemos tener en cuenta en relación a la selección y uso de protectores auditivos se pueden agrupar de una forma muy resumida en dos clases:
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Factores acústicos. En la selección de los protectores auditivos, deberemos tener en consideración de un protector auditivo adecuado las características propias del ruido tales como:
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nivel de presión acústica;
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contenido en frecuencia;
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características impulsivas;
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importancia de las comunicaciones.
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Con todo ello deberemos recordar qué reducción proporcionada por el protector deberá situar en nivel de ruido por debajo del nivel de acción correspondiente a cada país (Lact ) (véase Tabla 1).
En lo relativo a la atenuación sonora, tan mala puede ser una protección insuficiente como excesiva. Una protección excesiva puede generar una sensación de aislamiento que puede aumentar la probabilidad de que el trabajador deje de utilizar la protección auditiva, aunque sólo sea esporádicamente.
Tabla 1.- Estimación de valoración acústica de un protector
- Factores no acústicos. Adicionalmente a los factores acústicos, debemos considerar otros factores ambientales tales como:
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Temperatura y humedad del ambiente de trabajo. La temperatura y humedad excesivas en el ambiente de trabajo pueden provocar sudoración en caso de uso de orejeras, por lo que podría ser necesario el uso de tapones auditivos. En caso de no poder hacer uso de los tapones, podría recurrirse al uso de cubre-orejeras higiénicos absorbentes, en cuyo caso deberíamos tener en cuenta que los niveles de atenuación ofrecidos por la orejera se verán reducidos.
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Condiciones de suciedad en el ámbito de trabajo. Estas condiciones pueden provocar la irritación de la oreja o la infección del canal auditivo.
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Presencia de maquinaria con partes móviles. En estas condiciones, el uso de tapones con cordón puede provocar atrapamientos indeseados.
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Incompatibilidad física. Deberán tomarse en consideración las características físicas del canal auditivo de los usuarios.
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Necesidad de comunicación durante el trabajo. A menudo, en un determinado trabajo es necesario llevar puesta la protección auditiva y mantener conversaciones con las personas del entorno. En estos casos, existen soluciones como orejeras y tapones dependientes del nivel que permiten aislar al trabajador del ruido excesivo del ambiente, pero permitir que los niveles y frecuencias sonoras asociadas a la conversación humana resulten audibles.
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Compatibilidad con otros equipos. En caso de que las condiciones de trabajo requieran del uso de otros EPI, debemos asegurarnos que no interfieran en el correcto funcionamiento del protector auditivo seleccionado.
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Todo este proceso puede resultar muy complejo: la normativa asociada a los distintos tipos de EPI que pueden resultarnos de utilidad, y las innumerables características de los equipos que nos encontraremos en el mercado, pueden complicar la labor de selección del EPI.
En estos casos, el recurrir a un proveedor de EPI especializado en protección individual puede resultar de crucial importancia para el responsable de salud y seguridad de las empresas.
¿Estás usando correctamente tu protector auditivo?
Además, y como establece el RD 773/1997, debemos formar e informar a los trabajadores en el correcto uso de los EPI.
Podría parecer un paso absurdo y ridículo ya que todos nosotros utilizamos tapones u orejeras en nuestra vida cotidiana y la formación en el uso correcto de este tipo de EPI podría parecer un ejercicio de pedantería.
No obstante, la experiencia nos demuestra que para colocarse correctamente un simple tapón auditivo, por ejemplo, muy poca gente sabe que para introducir el tapón, antes se debe elevar la punta de la oreja.
Al igual que un trabajador que no se ajusta bien la mascarilla autofiltrante, inhalará más contaminantes de los previstos, una colocación inadecuada del protector auditivo mermará notablemente la capacidad de atenuación acústica, exponiendo al trabajador a niveles de presión sonora superiores a los que pudiésemos tener previstos, y provocando una pérdida de audición que pasará desapercibida hasta que sea demasiado tarde.
En este sentido, el establecimiento sistemático de un entrenamiento adecuado en el correcto uso de los protectores auditivos, hará que el trabajador reciba el justo nivel de presión sonora que hemos planeado. Para facilitar esta tarea, ya existen proveedores que disponen de sistemáticas de comprobación del correcto ajuste del protector auditivo.
Adicionalmente, es preciso concienciar a los usuarios de los equipos que los protectores auditivos deben utilizarse en todo momento mientras se esté expuesto al ruido ya que como puede verse en la figura 1, la exposición equivalente al ruido aumenta exponencialmente frente al tiempo de no uso del protector.
Figura 1. Variación del PNR con el tiempo de utilización del protector auditivo. Fuente: INSHT
Sin embargo, el ruido nos afecta más allá de la pérdida de audición (hecho que de por sí ya es lo bastante grave).
Hay constatación de que la exposición al ruido provoca un incremento en los niveles de catecolaminas en sangre, provocando aumento de la frecuencia cardíaca, vasoconstricción periférica, aumento de la presión arterial, alteraciones en el tracto digestivo, alteraciones en el sistema inmunológico y un largo etcétera.
Como siempre, el EPI debe utilizarse cuando no se ha podido reducir el riesgo a niveles aceptables por medio de otras medidas preventivas.
En el caso de la exposición al ruido, recordamos que cuando se superan los 85 dB(A), su uso es obligatorio. La correcta selección y uso de los equipos puede ser asistida por un especialista en protección auditiva, el cual nos ayudará a proteger con éxito a los trabajadores frente a los efectos perjudiciales del ruido.