En verano hay dos cosas que a nadie le pasan desapercibidas, una de ellas es el calor; y como consecuencia de éste y el de tener las ventanas abiertas, las tardes en las terrazas y el mayor tiempo que pasamos en la calle, somos conscientes de la cantidad de ruido que nos rodea.
Para más de un tercio de los trabajadores de este país el ruido está presente en sus vidas no sólo en verano. El ruido es un agente físico que amenaza nuestra salud a muchos más niveles de los que podemos pensar a priori.
El primero de ellos es el más evidente, el principal daño a la salud provocado por exposición al ruido es la hipoacusia, la pérdida de audición debida a la destrucción de las células ciliadas del oído interno a las ondas sonoras. Es un fenómeno natural (con la edad, perdemos audición), pero si estamos sometidos a presiones sonoras excesivas en nuestro día a día, el proceso puede acelerarse drásticamente. Paradójicamente, cuando una persona se queja de niveles de excesivos de ruido, en ocasiones, los propios compañeros le ofrecen la siguiente respuesta: “a mí también me pasaba al principio, pero ahora ya me he acostumbrado”. La formación e información a los trabajadores debería empezar por concienciar a estos que en situaciones como la descrita, no se ha producido una habituación al ruido ya que el oído no dispone de mecanismos para defenderse del mismo, sino que este supuesto acondicionamiento es en realidad una sordera incipiente.
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